SOMETHING NEW (1920). Nell Shipman, Bert Van Tuyle

SOMETHING NEW (1920). Nell Shipman, Bert Van Tuyle.

Nell Shipman, la salvadora de hombres.


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Cuando se piensa en el Western –el género estadounidense por antonomasia– el imaginario que nos asalta al instante inconscientemente está protagonizado por varones a caballo en paisajes polvorientos marcados por una tragedia de tintes homéricos. Pero no existió una división, ni una omisión femenina tan clara en ese “paisaje fronterizo” por razón de género. La presencia de la mujer ha estado prácticamente desde los primeros balbuceos del género en ese país, ya fuera en la interpretación, como en la escritura de guiones. Lamentablemente, las mujeres con notoriedad en su momento que compartían espacio y profesión con aquellos primeros cowboys como Broncho Billy, Tom Mix o William S. Hart, se fueron diluyendo por diversos factores que merecerían un desarrollo más amplio, para ser arrinconadas al ostracismo junto a sus célebres carreras encumbradas por exitosos seriales en EEUU, que además escribían y protagonizaban. Pero no sólo la presencia femenina en el western o como heroínas de acción se circunscribía a la ficción; hubo mujeres reales, heroínas del oeste como Calamity Jane y Annie Oakley, que sirvieron de espejo en el que mirarse y así consolidar un rol femenino que se formulaba como algo más que la que quitaba las botas al marido, la que desempolvaba su abrigo, la viuda, la madre de los hijos, la raptada, la prostituta, la que servía whisky, la violada, maltratada o ninguneada.

Pero no fue tanto así. Si bien la aparición de la mujer en el western ha estado normalmente supeditada al varón en sus guiones, hubo ya mujeres en la etapa silente que prefiguraban perfiles más audaces en el western clásico como el de “Encubridora”, los de “Johnny Guitar”, “Hasta que llegó su hora”, “Valor de ley” u “Orgullo” (nuestro western español), entre otros. Sí, antes existieron otras heroínas que sirvieron de punta de lanza como las reinas del serial Gene Gauntier (The Girl Spy), Helen Holmes, Ruth Roland o Pearl White, Lillian Gish en “The Wind” o la forzuda italiana Astrea. Asimismo, detrás de las cámaras, guionistas especializadas en el género como Dorothy M. Johnson o la anterior Betty Burbridge escribieron historias desarrolladas en el western contribuyendo a ese corpus imperecedero, sólido y prolífico en EEUU.

Enlazando con estas guionistas, recalo en Nell Shipman, la productora, directora, actriz y escritora canadiense que creó un arquetipo de personaje insólito e inaudito, estableciendo un ejemplo valeroso para las mujeres que asistían en masa a las salas de cine. “Something New” inicia con su imagen frente a su máquina de escribir, como si reivindicara lúcidamente un oficio importante en Hollywood que se iría perdiendo, con excepciones como Anita Loos. Esta guionista se queda sin inspiración ante su hoja en blanco tratando de buscarla viviendo experiencias en la frontera con México. Allí será secuestrada por unos bandidos acudiendo su novio al rescate conduciendo un nuevo Maxwell por el abrupto desierto. En principio, en lo que sería un arquetípico guion de la época, la directora acostumbraba a darle la vuelta invirtiendo quién salva a quién a golpe de escritura con pluma feminista y caligrafía disidente. Mediante un giro de guion en el que el novio resulta herido, ella se escapa de sus captores a punta de revólver, huyendo con él a marchas forzadas conduciendo el flamante coche por un paisaje imposible de rocas, vegetación, o cuestas, en el que Shipman hace alarde verdaderamente sin dobles de su destreza al volante.

Un buen tramo de la película está dedicado a esta huida con persecución en la que parece que cada nuevo accidente geográfico constituye no sólo un obstáculo nuevo a superar por un coche casi desvencijado, sino que se convierte en la firme apuesta por exhibir un nuevo tipo de mujer en una sociedad eminentemente patriarcal.
Un modelo a seguir de chica con arrojo, inmarcesible, con iniciativa, que sabe salir de los aprietos en ese ambiente hostil del oeste perseguidos a caballo y esquivando balas. Metáfora de una nueva sociedad a construir con esa dualidad tradición-modernidad simbolizada por la oposición caballo-coche en el oeste americano.

Toda su carrera la enfocó esta mujer polivalente hacia la defensa de lo femenino, hacia la ruptura de moldes tradicionales, trabajando en exteriores, con animales, renunciando a un contrato con el mismísimo Samuel Goldwyn en su afán de seguir independiente. Una rara avis que, como otras muchas heroínas de su época, sufrió un insultante olvido y una gruesa capa de polvo la sepultó en los anaqueles de la historia esperando una segunda oportunidad.

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