THE WIND (1928), de Victor Sjöström

THE WIND (1928). Victor Sjöström

Cuando acudo por enésima vez a gozar con esta película y, por fin, decidirme a dedicarle unas palabras, siempre me asalta la idea de si este tipo de obras maestras del cine mudo –consideradas fundamentales en la Historia del cine, fundacionales e influyentes– las siguen viendo y analizando las nuevas generaciones, futuros miembros de la industria, para aprender y valorar su valor imperecedero, o simplemente las escuchan en clase y las estudian de memoria. Porque pensar en que reparen en ellas en general hoy en día personas jóvenes o no tan jóvenes ajenas al cine, me resulta una entelequia. 


Es alarmante constatar que aquel cine que ronda los cien años o más se ha vuelto mudo de verdad y es incapaz de hablarnos desde su injusto olvido, encontrándose sepultado por un silencio insultante y una invisibilidad con la que creo que no existe posibilidad de retorno. Se ha convertido en un reducto exclusivo como el de aquellas especies naturales –ya no vulnerables, sino en peligro de extinción– que agonizan lentamente en espacios relictos domésticos o cineclubes que tratan de efectuar la urgente maniobra de reanimación en iniciativas desesperadas y necesarias, pero poco multitudinarias.

Terje Vigen (1917). Victor Sjöström.

Será que me hago mayor, o que fui de esa generación que tuvimos la suerte de deleitarnos en la televisión de pequeños como parte normal de una programación que deambulaba por derroteros a años luz de la oferta de ahora y que huye como alma que lleva el diablo de algo en blanco y negro; no digamos ya, sin diálogo, al que le ha caído la injusta losa de exaltado, simplón y arcaico. Y esa desacertada idea se la he leído o escuchado incluso a personas cinéfilas que expresan que nunca acaban de conectar con la etapa silente. No hay obligación, pero sí una inexcusable consideración al embrión del que todos bebieron. He podido ver cine silente más moderno y atrevido que el de etapas mucho más tardías o el actual.

VICTOR SJÖSTRÖM (1879-1960). Suecia.

Victor Sjöström fue un grande de la historia del cine y su aportación aparte de en la dirección, fue actoral también en numerosas películas hasta casi el final de sus días. Su reputada trayectoria en Suecia –con obras seminales, influyentes y todavía reconocidas como Terje Vigen (1917), El forajido y su esposa (1918) o La carreta fantasma (1921), entre otras– le condujo a EEUU donde también crearía obras maestras como He Who Gets Slapped (1924), The Scarlett Letter (1926) o la definitiva The Wind (1928).

Lars Hanson y Lillian Gish también juntos en The Scarlett Letter.

Me lanzo a escribir sobre esta película de la que se ha dicho todo ya, se ha interpretado, analizado, pero lo hago por testarudez o porque me lleva rondando la idea ya dos años, sin atreverme hasta ahora por el respeto reverencial que le tengo. Con esta sensorial y telúrica película, Sjöström, (en créditos Seastrom) vuelve a sus filias anteriores como la presencia de los elementos de la naturaleza; aquéllos que se entrelazan con las emociones de las personas a las que zarandean sus entrañas. Si con anterioridad recurrió al beligerante mar o la extenuante nieve, en esta ocasión le toca a la fisicidad del viento, pieza omnipresente y apabullante durante todo el metraje. Piedra angular que sostiene esta historia –basada en la novela homónima de Dorothy Scarborough, con guion de la conocida Frances Marion– ambientada en un remoto pueblo de Texas sometido a una aridez casi apocalíptica en la que las personas permanecen ocultas en sus casas y los animales perecen exhaustos bajo el castigo de un viento incesante que sepulta capas inamovibles de férrea tradición, destinos inciertos para la mujer y una existencia miserable.

Terje Vigen (1917). Victor Sjöström. El mar, un elemento importante en esta película.


Sjöström manifestaba un gran interés por reflejar en su cine una preocupación por la desigualdad social y la pobreza, haciendo hincapié en la injusticia más cruel que sufrían las mujeres. Tal es el caso de la genial y precoz Ingeborg Holm (1913) en la que una viuda era la absoluta protagonista y víctima de una sociedad poco preparada para la inserción laboral o proporcionar ayudas y que caía derrotada en un asilo. En The Wind vuelve a interesarse por otro personaje femenino central y eje del relato, que también padecerá el sino de ser mujer en esa época y espacio, ocupando lugares de segunda, esclavas de su tiempo, sin posibilidad de tomar iniciativas o proyectos vitales distintos a casarse con un hombre para marchitarse en el hogar y en los ranchos.


Estos dos hombres se echarán a suertes quién le pide casarse con él. Lo harán los dos. Hay momentos de humor también en la película que casan bien con el drama y que recuerdan a las escenas humorísticas de John Ford.

Letty (Lillian Gish) es una joven huérfana obligada a trasladarse de Virginia a Sweetwater (Texas) para emprender una nueva vida. En el tren que la lleva con su primo, con el que se educó como un hermano, demuestra incertidumbre por un futuro incierto en una tierra tan distinta a la frondosa Virginia. El encuentro con un seductor con el que conecta bastante y su relato sobre la ferocidad eólica de la zona y su mayor influencia sobre las mujeres la sumen en un desconcierto más profundo que intenta disimular mientras tiembla y le delatan sus expresivos ojos contemplando los dibujos azarosos y abstractos que dibuja la arena azotada por el viento que choca con las ventanillas, plano planteado eficazmente por el director. Un primer contacto con el elemento de la naturaleza que la acompañará siempre resonando incesantemente en sus oídos y penetrando hasta su último resquicio vital.


La horrible acogida de su cuñada por celos siendo consciente  del contraste con la dulzura y clase de Letty la obligan a marcharse de la casa y casarse por obligación –después de otros avatares, desahuciada y sin futuro–, con un vecino (Lars Hanson, un habitual en el cine sueco también junto a Mauritz Stiller) que se enamora de ella desde el momento en que la recogió en la estación. Esta situación de absoluta soledad, sometimiento y vulnerabilidad merman su estado mental ligado al constante y amenazante chirrido y hostigamiento del viento y arena que no hacen sino agudizar su deterioro. Una mujer casada con alguien a quien no ama, el cual se marcha a buscar caballos salvajes muy lejos y que experimenta una total transformación de la más absoluta inseguridad a coger las riendas, adaptarse al medio y a las condiciones tan pobres que se le ofrecen por su condición de mujer.



Primera noche después de contraer matrimonio. 

Historia de superación en un mundo hostil, azotado por la metáfora del insoportable viento de una sociedad anquilosada, con obstáculos para todos, pero especialmente el femenino. Con la metáfora también de esos caballos salvajes que huyen despavoridos por el vendaval que amenaza con convertirse en ciclón del temido Viento del norte que arrastrará a todos hacia la metamorfosis definitiva. Y paradójicamente con un viento también que se puede convertir en aliado sepultando la vejación más injusta ante la indefensión, los lastres, los engaños y regenerador de sentimientos adormecidos en un final feliz y poderoso visualmente distinto al del libro.



El director recrea magistralmente la furia y hostilidad de esa sociedad que toma la forma del viento huracanado, epicentro del relato, sostenido por el virtuosismo de las sobreimpresiones de esos caballos blancos que vuelan en la mente de Letty y recreado estupendamente cuando adquiere la forma de ciclón. Conduce con maestría el pulso del relato, transmitiendo esa tensión constante, su ahogo, cómo va incrementando éste hasta eclosionar en el momento álgido. Narra y traduce visualmente de forma fascinante el progresivo estado de angustia y desesperación en que se sume la protagonista, apoyado en la fuerza y los ojos de Lillian Gish. También expone de forma muy clara y delicada situaciones del desencuentro en la noche de bodas con la presión de él por hallar la receptividad de ella; la casa sucia y desordenada, ese café amargo que le ofrece, los primeros planos de los pies que caminan agitados reflejando sus encontradas emociones y que tanto han homenajeado posteriormente.



Al finalizar la película se tiene la sensación de haber escuchado el estrépito del temporal, nuestra mente se encuentra en un estado de alteración y aturdimiento, sientes que tu casa está llena de arena como la de los protagonistas, tu ropa, los platos, la puerta por fuera. Aunque la música elegida con posterioridad ayude a ese proceso de identificación, el gran mérito pertenece al gran realizador que consigue con su fascinante montaje y puesta en escena producir un estado tal de sugestión y de inmersión en su espacio que sabes que esta película se ha filtrado por todos tus recovecos emotivos para no abandonarte jamás.











Comentarios

  1. Enhorabuena Estrella ¡¡ Una reseña estupenda. Directa a la esencia de la película. Tu reflexión sobre el cine mudo es no solo oportuna, sino necesaria.Yo he pensado en varias ocasiones sobre esto que hoy no planteas hoy aquí y la verdad es que no encuentro una razón lógica de por qué este tipo de películas, que indudablemente son obras de arte, no se divulgan más por ejemplo, en los centros educativos. Al igual que si ocurre con las obras cumbres de otras artes, por más que hayan pasado siglos desde su concepción. ¿Acaso se deja de lado El Quijote, Romeo y Julieta, La novena sinfonía de Beethoven o El matrimonio Arnolfini por mucho tiempo que haya transcurrido desde que iluminan al hombre con toda su belleza y esplendor???

    El cine, nos guste o no, no tiene la debida atención (salvo honrosas excepcionas, entre las que tu te encuentras) en los centros educativos. Tarea nuestra, pues, la de intentar inculcar en casa a los menores y a las nuevas generaciones el amor y el conocimiento por el cine silente que, como tu bien dices, guarda la esencia de todas las películas que han ido haciendo con posterioridad.

    Preciosa esta entrada. Me ha encantado...

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    1. Muchas gracias por tus palabras, Pedro.
      Tú y yo somos de los que reivindicamos el cine mudo, lo vemos, nos deleitamos, escribimos de él, nos aconsejamos mutuamente. Pero está cayendo en desuso y considerándose una reliquia que nada nos puede aportar, cuando es todo lo contrario. Si el cine llega a lo que llega es por beber de estos pioneros, investigadores incansables.
      Respecto a la Educación es muy complicado introducir cine de calidad hoy en día, imagina el silente, Hay muchos escollos con los que nada podemos hacer los profesores, aunque lo intentamos, desde luego.
      Este tipo de películas elevan el espíritu, te agarran un buen tiempo una vez finalizadas.
      Gracias por comentar en el blog, otra acción en desuso tal como leer. Pero seguimos ¿verdad?
      Un abrazo.

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    2. Si, si... Soy consciente la dificultad de la enseñanza de algunas materias respecto a otras... Y tampoco trato de culpar a nadie. Lo que si es cierto, en mi opinión, es que es una circunstancia que está ahí. Es una tarea del hogar transmitir el conocimiento y el amor por el cine. Y sí, seguimos...

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  2. Aunque llego hasta esta entrada desde "feisbuk", me vas a permitir que comente aquí, "a la vieja usanza", en lugar de en "feisbuk". En primer lugar, enhorabuena por la entrada. Como siempre, muy interesante. Recuerdo que la película me impresionó y, hasta agobió cuando la vi. Casi puede decirse que terminas masticando la maldita arena cuando termina. Las películas mudas siempre me han parecido un poco exageradas y tal vez ahí resida su gracia. Creo que el hecho de no poder disponer de algo tan natural como el sonido y tener limitados los diálogos a unos pocos intertítulos les obligaba a usar una expresividad exagerada, y tal vez ahí, precisamente sea donde resida su gracia.
    Y siguiendo con tu entrada, a parte de la película, planteas un tema que da para hablar un buen rato, y es la ausencia del cine clásico y en especial, del cine mudo, en la actualidad. Para mí, que "peino canas" y cada vez me quedan menos, tengo la impresión de que el público ha cambiado, los medios han cambiado y los gustos no tienen nada que ver con este tipo de cine. Simplemente ha evolucionado el público y esto "ya no pega". En mi caso, tuve la suerte (o la desgracia, que nunca se sabe) de criarme en una época en la que, el primer televisor que entró en casa, lo montó mi padre. Era en blanco y negro y sin mando. Había sólo dos cadenas y en ellas ponían un montón de películas, muchas de ellas, ya eran antiguas para la época., pero a mí me permitió descubrir como nuevo un montón de cine clásico. En horario infantil, había un pequeño espacio, que servía de relleno entre programas, llamado "Cine Cómico" en el que ponían cortos o trozos de películas cómicas mudas. Eso me permitió descubrir a Charlot, Buster Keaton o Harold LLoyd. Si lo analizas fríamente, para mi, que me crié en los 70, estaba más o menos a la misma distancia de la época dorada de Hollywood de lo que están las generaciones actuales del cine de los 80, con el agravante de que la oferta actual es infinitamente más numerosa y difícil de abarcar que la oferta que había en los 70, lo que impide que las generaciones actuales retrocedan en el tiempo, cuando apenas tienen tiempo de consumir la oferta actual.
    Como dice Pedro, creo que la única forma de que las generaciones actuales recuperen este cine pasa por "el gremio de la tiza". Hay que mostrar (o poner), que no enseñar ni examinar, este tipo de películas en clase. A la vista de los índices de lectura, no creo que enseñarlo como se enseña la literatura sea una solución. Pero mostrarlo como curiosidad en un rato de distensión docente, al igual que se enseña una máquina vapor u otro tipo de chismes curiosos, igual si contribuye a perderle el miedo o a picar la curiosidad.

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    1. Buenas noches.
      Ante todo, gracias por leer mi opinión sobre la película y valorarla. En los tiempos que corren de prisas, ya se opina sin abrir las publicaciones. El cine mudo, claro, tiene su peculiaridad, pero su expresividad actoral y mediante sus recursos visuales son los que lo hacen único. Los directores que empezaron en esa etapa y siguieron en la sonora se distinguen, tienen más "destrezas", manejan la narrativa visual mucho mejor y su puesta en escena se diferencia.
      Respecto a la cada vez menos presencia de cine clásico y mudo es ya un hecho, pero es que el cine de los 70 y 80 ya es viejuno para la juventud de ahora. Lo veo en mi alumnado, huyen por lo general del cine, (se han acomodado a otros formatos y las series cortas) y el blanco y negro les causa alergia. Pero seguimos intentándolo, de forma fresca y amena, no puede ser de sopetón, no están preparados ni estimulados como nosotros de pequeños. Aunque, por lo general, no es solo el desinterés hacia el cine, sino a muchas más áreas de las Humanidades y las Ciencias. Ha cambiado todo mucho, han crecido con eso y no les podemos pedir de repente que cambien. Son una generación muy distinta.
      Malos tiempos, pero los que somos maduros seguimos con nuestra dinámica y nuestras filias. Al menos se puede seguir hablando algo con determinadas personas cinéfilas y eso es interesante.
      Un saludo.

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    2. Totalmente de acuerdo. Precisamente a eso me refería. Cualquier película anterior al año 2000 ya les parece viejuna y la rechzan por eso, una película en blanco y negro ya es "jurásica". Con mis hijos no he logrado que se sienten de buen gusto a ver una película clásica y siempre que propongo algo, literalmente huyen. Solo espero que algún día entren solitos.
      En fin, malos tiempos no, simplemente "Tiempos distintos", y como decían Les Luthiers: "Cualquier tiempo pasado fue... anterior".
      Suerte con tus alumnos. Te lo mereces.

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