TONKA SIBENICE (1930), de Karl Anton.

TONKA SIBENICE (1930). Karl Anton.

El cine se hizo eco de la prostitución femenina desde sus comienzos en la etapa muda, tal como fue testigo y documento visual de muchos otros temas de su tiempo. Actividad ocultada, menospreciada y demandada a partes iguales, existen numerosas películas silentes que abordaban desde distintas perspectivas la situación de esas mujeres, retratadas en su situación precaria, maltratadas y con ninguna otra salida a acontecimientos dramáticos vitales. Normalmente peor vistas las que trabajaban en la calle, siendo perseguidas por la policía, agredidas, vilipendiadas, delatadas y con un final atroz por el que no podrán eludir su pasado ni rehacer sus vidas, consideradas muchas veces como víctimas.


Como ejemplos destaco la temprana aportación de Louis Feuillade con “La Tare” (1908), en la que una mujer que trabaja en un burdel (le llaman “sala de baile” para no ser tan explícitos) es “rescatada” para trabajar en un hospicio consiguiendo notoriedad. Pero será reconocida por un hombre y chantajeada. El cine georgiano trató el tema con “Qristine” (1916), de Alexandre Tsutsunava, a través de la historia de una chica violada y obligada a trabajar en un burdel, acabando sus días en un asilo, constituyendo el inicio del cine adaptado de obras literarias en Georgia. “Johan” (1921), de Mauritz Stiller, no evidenció del todo el tema de la prostitución, pero sí lo hizo veladamente con las mujeres que rodean al seductor que arranca de su vida río abajo a una mujer casada; sí lo haría explícitamente y de forma sórdida Akis Kaurismäki en la otra versión muda, “Juha” (1999). 


Otro ejemplo es el de “Diario de una mujer perdida” (1918), de Richard Oswald, con la siguiente versión “Tres páginas de un diario” (1929), de G.H. Pabst, basado en la novela de Margarethe Bohme. También tenemos las películas “Ménilmontant” (1926), de Dimitri Kirsanoff o de Frank Borzage “Seventh Heaven (1927), en la cual vemos prostitutas en París por las dramáticas situaciones en que se hallan, perseguidas y encarceladas por la policía para no ejercer su profesión en la calle, como vemos en la americana. Del mismo año tenemos la película soviética “Prostitutka”, de Oleg Frelikh, que narra las terribles condiciones de esta profesión. “The Docks of NY” (1928), de Josef von Sternberg, también se adentraría en la sordidez de ese mundo y, por último, la china “La diosa” (1934), aún muda, en la que la protagonista se ve obligada a ejercer la prostitución para proporcionar una buena educación a su hijo.

Tres páginas de un diario (1929), de G.H. Pabst.
“Prostitutka” (1927). Oleg Frelikh.

(Añado un enlace sobre "Primeras películas de temática feminista"  y también sobre "La violencia contra la mujer en el cine", escritos por mí y que complementan esta publicación). 

Y deteniéndonos en esta película de Karl Anton, el director nacido en Praga que desarrolló una fértil carrera, observamos un protagonismo absoluto de una mujer prostituta que oculta su profesión por vergüenza y por ser considerada un estigma social cuando vuelve de la ciudad a su pueblo para visitar a su madre. Basada en una novela de Egon Erwin Kisch llamada “Die Himmelfahrt der Galgentoni” es considerada la primera película sonora checa. La película se rodó como muda, pero después se añadió el sonido en tres diferentes idiomas (checo, alemán y francés) y he podido ver la versión francesa, que parece ser la única que sobrevivió.



El director expone la problemática del éxodo rural a las grandes ciudades por motivos económicos y la falta de proyección, sobre todo en el ámbito femenino, teniendo que acabar en prostíbulos por necesidad. En el inicio no tenemos información de la actividad profesional de la chica (Ita Rina), pero Anton va aportando eficazmente datos sobre su holgada situación económica respecto a las personas que la rodean en el tren con imágenes muy elocuentes. El maquillaje, peinado y frescura de Tonka frente a la vejez y harapos de los pasajeros que presenta en primeros planos o con un excelente travelling de los zapatos. Todo un alarde dinámico de planos del jolgorio del gentío en el vagón de tren, pero que desprende algo de tristeza por los gestos de sus rostros.



Tonka llega por sorpresa a casa trayendo muchos regalos a una madre (Vera Baranovskaya, actriz de “La madre”, de Pudovkin) desconocedora de su trabajo en un burdel. La hábil puesta en escena en interiores del director expresa la melancolía y la decepción del regreso de la hija que partió tiempo antes en busca de un futuro mejor. Un antiguo amor de la infancia, Jan, alertado por la vuelta de Tonka, se acerca a la familia pretendiendo enamorarla en imágenes idílicas en paisajes muy agradables y con un tono esperanzador.




Sin embargo, la petición de casamiento por parte de Jan avergüenza a la protagonista huyendo de nuevo a la ciudad –destacables los planos nocturnos urbanos envueltos en pesadumbre–, impotente de revelar su profesión por miedo a ser rechazada. Ahí somos testigos del éxito entre los varones y los celos de las demás prostitutas. Y, aunque la película es muda, tiene insertos de sonido con la canción que interpreta o un Padrenuestro en otro momento.





Y aquí empieza la narración de un periplo sin rumbo y cada vez más dramático en la existencia de Tonka que, por su talante noble, se ve envuelta en la petición de un reo condenando a muerte, que desea pasar su última noche con una mujer. Al llegar la policía al prostíbulo, sus compañeras rechazan la idea en otro movimiento de cámara que recoge sus expresiones, siendo ella la única en ser valiente y acudir allí. En este episodio el director hace gala de un expresionismo muy considerable en el juego de luces y sombras de los pasillos de la cárcel y de la celda. Nos adentra en una parte más densa, más psicológica y lúgubre atravesadas por formas visuales muy atrayentes, con el reflejo del reo enorme y fantasmagórico sobre ella empequeñecida por el miedo y la incertidumbre.




Esta decisión le lleva a las burlas de sus compañeras a la vuelta llamándola “Tonka de la horca” o “La viuda del ahorcado”, siendo apartada por la clientela y expulsada a la calle sin ningún tipo de futuro. En esta parte se reencontrará de nuevo con Jan en una feria, que ha acudido en su busca, pareciendo que empieza otro tiempo esperanzador aceptando casarse con él. Un suceso el mismo feliz día de la boda, relacionado con un dibujo realizado por un cliente, provoca un nuevo vuelco difícil de resolver. 



Asistimos a un final con una parte entre la nieve que remite a “La Petite marchande d’allumettes” (1928), de Jean Renoir, con esa desesperación entre el frío y un anonimato entre la indiferencia de la ciudad o la escena del banco que recuerda al desamparo de "Ménimontant" (1926). Como relevantes son las formas visuales vanguardistas que expresan estados mentales perturbados y de gran carga dramática tales como el ajusticiamiento del reo o el manoseo del vestido de boda.
Una involución del personaje –destacable el trabajo de Ita Rina, con un rostro muy fotogénico, una gran presencia y capacidad dramática– que se marchita con un trágico destino escrito desde el mismo día en que decidió marcharse del campo a la ciudad. Destinos de tantas mujeres sin trabajo, sin estudios, independencia, ni futuro.








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