Fallece ALAIN DELON. La soledad felina. (1935-2024)

Fallece ALAIN DELON. La soledad felina. (1935-2024)


Que fallezca alguien a los 88 años no es algo sorprendente. Que lo haga uno de mis escasos actores de referencia, al que acudo y exhibo con frecuencia, no deja de producirme una enorme tristeza y melancolía porque afianza mi convencimiento de que con él muere una gran parte del cine. Sí, sé que si por algo es especial el séptimo arte es por su capacidad generadora de fantasmas animados para la eternidad, pero, aunque el legado del francés de mirada de acero azul nos va a acompañar siempre y va a estar a nuestra disposición cada vez que le añoremos, tengo la absoluta certeza de que con él se va un estilo, un personaje insustituible carente de relevo por su fuerza irreductible. No hay nadie como Alain Delon. Permitidme este 18 de agosto hablar en términos absolutos producto de la cercanía de su desaparición, a pesar de que he dejado pasar las horas desde que nada más “abrir” mi móvil temprano, la primera noticia que me saltó fue la de Cinémathèque française comunicando su muerte.



Figura capital elevada a icono desde casi sus inicios, nos deja aquel lobo solitario criado en la “solitude” desde su infancia a la que no pudo sobreponerse jamás. Mito provisto de una belleza tan deslumbrante como insolente e hiriente que le valió para sus comienzos sin preparación en la actuación, sin embargo, supo sacar provecho de ella de forma extraordinaria, demostrando que su instinto, su don natural para el cine, podrían devenir en una de las carreras más fulgurantes de la historia, extendiendo su eco hasta Japón donde le adoraban; diciendo no a Hollywood, para regresar adonde se sentía fuerte. Delon fue un bello rostro de mirada felina, sí. Su presencia en el cine estaba cargada de afilada munición. Su forma de caminar, sus gestos magnéticos conjugando con pericia lo peor y lo mejor del ser humano propiciaron enrocarse en sus roles para siempre. Para muchos directores ejercería tal fascinación que le harían ser eje del rodaje como su amigo René Clément, el cual adoraba su forma de desenvolverse por el espacio, pidiéndole que caminara a su aire, siguiéndole con su cámara. Luchino Visconti encontraría a su boxeador después de años buscándole, subyugado por la fuerza deloniana y fue tal su empeño que, si le hubieran impuesto a otro, hubiera renunciado a dirigir “Rocco e i suoi fratelli”. Antonioni encumbraría su estela y Jean-Pierre Melville le impulsaría al Polar bajo esa famosa vestimenta gélida de un asesino muerto en vida. Con Zurlini exploró la angustia y el nihilismo. No son directores cualesquiera los que cito entre muchos.




Datos que afianzan que era mucho más que un rostro bonito sin preparación. Estaba dotado de una fuerza animal para la pantalla, podía representar a la vez dulzura y violencia, frialdad y melancolía producto de su continua “détresse” vital; decía que no actuaba, que vivía sus personajes y, cómo lo hizo. Vistiendo de carisma y presencia sobredotada una carrera envidiable con directores sobresalientes, pero también con su empeño por compartir pantalla con el más grande del momento, Jean Gabin, por ser creador (para él un actor no crea) a través de la producción con sus aciertos y desaciertos, que revelaban una personalidad fuerte, con absoluto control sobre sus películas, quizá demasiado. Películas que, casi al final de su carrera rozaron el inicio de una etapa cercana a la caricatura de sí mismo, acompañado de sus sucesivas “delonettes”. Un declive quizá por la desaparición de sus directores fetiche, por una imagen de independencia y suficiencia que sufriría el olvido de otros directores del momento, de la muerte lenta del Polar, su género, mitigando el brillo de su estrella mientras maduraba físicamente. Se le acabó su tiempo y supo retirarse haciendo alguna incursión cercana a su personaje real en alguna película posterior con sentido del humor.





Personaje y persona se fundieron quizá demasiado, él mismo se quejaba en entrevistas de que fue un accidente, de que la etiqueta “Delon” pesaba mucho, de la obligación de actuar de esa forma, de perpetuar al personaje, de seguir el juego perdiendo los puntos de referencia ante una maquinaria que corría más que él. Persona controvertida, tan huraña, como amigo fiel de sus amigos, leal, pasional. Patrice Leconte decía en su libro dedicado a él que “puede ser odioso y encantador en el mismo segundo”. Lo que está claro es que el fenómeno Alain Delon es irrepetible. Quedémonos con su imagen imperecedera, con sus personajes hieráticos, dulces, heroicos, heridos, vencidos, oscuros, que es lo importante. Una herencia inmortal del cine francés, inimitable, edificada ante una belleza inaprensible, hasta trágica, que cultivó el mito en torno a la muerte en veintisiete ocasiones en la ficción y que ahora llega de verdad.
Hoy, para mí, es un día muy triste. Es lo que tiene el cine, que su imaginario es mucho más potente de lo que creemos, que la estela de sus creaciones es indeleble. Y, si tienen la marca de un purasangre como Alain Delon, elevado a leyenda, representa un aval más que validado.









Comentarios

  1. Excelente escrito. Me gustó. Completo y acertado Realmente si,deja de ser como decís un tipo de cine,características determinadas de ver el mundo y de actuar frente a él. Será recordado cada vez que visitemos su filmografía, variada,interesante y eterna. Saludos. Te dije en Facebook que te seguiría!!!

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    1. Muchas gracias por leerlo y por tus palabras. Sí, siempre le tendremos en su cine, que fue excelente casi todo.
      Un saludo.

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