NOVYY VAVILON (1929), de Grigori Kózintsev y Leonid Trauberg.

NOVYY VAVILON (1929). Grigori Kózintsev y Leonid Trauberg. (LA NUEVA BABILONIA)


Drama histórico, dividido en ocho partes y contextualizado en París durante la guerra franco-prusiana, en concreto en marzo de 1871, con el efímero surgimiento de la “Comuna de París”; una forma de gobierno que se enfrentó a los políticos y burguesía tomando el poder la clase obrera durante poco más de dos meses para intentar mejorar sus derechos sociales y laborales.
Este acontecimiento llamó la atención de esta pareja de directores, pertenecientes a la FEKS, que vieron en él la antesala a la posterior Revolución rusa de 1917, ya que en realidad sirvió de inspiración e impulso a un incipiente comunismo. Tal fue la importancia de los hechos en París, que Karl Marx redactó un panfleto reivindicando la actuación de esos comuneros para difundirla lo más posible a la clase obrera del mundo y poner de manifiesto su relevancia histórica.



Kozintsev y Trauberg crean una obra maestra a través de un montaje enérgico, con partes frenéticas y muy dinámicas, basado en intercalar primeros planos de los personajes, con actuaciones de la contienda o buscando la continua dialéctica entre imágenes. Recuerda al “Acorazado Potemkin” (1926), de Eisenstein, por el parecido montaje con esos rostros desencajados, cambios continuos de planos, el fervor de la lucha y el énfasis en el dramatismo, si bien esta película que describo no tiene imágenes tan multitudinarias, sino que se centra más en personajes concretos, con un trazo en su psicología.



La historia ubica dos clases sociales polarizadas totalmente. Por un lado, la burguesía, algo caricaturizada en su superficialidad, hedonismo y falta de compromiso. Con ironía, durante una fiesta con bailes de cancán les exhiben cantando , defendiendo la libertad y apoyando al ejército francés que lucha contra el prusiano con el grito de “¡Muerte a los prusianos!”. Por otro, la clase oprimida de París que reacciona con un movimiento de la población negándose a aceptar la derrota del gobierno ante Prusia, siendo abandonada por los políticos y el ejército francés que huyen a Versailles junto a la clase alta. Esto provoca que el pueblo se una y forme la Guardia nacional obrera para luchar con las donaciones que, a duras penas, dan los pobres para cañones. La alternancia rápida de planos del desenfreno y jolgorio indolente de unos y la derrota del ejército francés, con la entrada de caballos a galope del contrario, es muy efectiva en su dialéctica y diálogo que ocasiona en el espectador.



La burguesía y políticos, ante la amenazante situación, son representados como ratas que huyen de un barco que naufraga, mientras la clase obrera se reúne para evaluar la situación y tomar decisiones sobre su futuro. Ahí se encuentra Louise (Yelena Kuzmina), una valiente mujer vendedora en una tienda de ropa llamada “La nueva Babilonia”, donde horas antes las mujeres adineradas, “luchaban” por la ropa apilada en montañas por las rebajas, para conseguir el mejor producto con que lucir en la fiesta. Y también aparece en escena el soldado Jean, exhausto, con sus botas destrozadas y hambriento. La química entre ellos es evidente y le piden que se sume a la lucha obrera, a lo que él desiste, acusando cansancio y desolación.


A partir de aquí el relato se hace más sombrío con una excelente fotografía del conocido Andrei Moskvin, que bebe del expresionismo con esas sombras alargadas de los caballos, soldados y carros que salen despavoridos hacia la bella Versalles. Un simbólico plano de la bandera francesa en primer término y en profundidad de campo un soldado a caballo solitario, acompañado de una melancólica luna y un árbol describe eficazmente la situación.
Los intertítulos nos hablan de París, con impactantes gárgolas con forma de animal de los edificios que parecen vigilar la tensa situación. La clase baja se organiza animadamente y surge la Comuna de París que trae consigo la mejora de condiciones laborales en las fábricas, más derechos, mientras se suceden planos de la productividad optimista, sin depender del patrón, con el Consejo que va trazando un plan de nuevo gobierno pacifista y más justo.



Con un acertado sarcasmo, ahora los exiliados burgueses son los que, a golpe de Marsellesa, reivindican lo perdido ya que ven amenazante la progresista forma de gobierno y piden la sangre entre jolgorio, numerosos planos de instrumentos y festejo con las imágenes de gárgolas de aves con sus picos hostiles. Mientras, el soldado Jean, que también se alejó de París, está envuelto en desencanto por el recuerdo de su amada Louise a la que besó y abandonó de forma cobarde abducido por el deber militar.


La vuelta del ejército para asediar París da un giro dramático a la historia que se tiñe de oscuridad y sombra mientras las mujeres, hombres y Guardia obrera combaten por sus ideales con lo que tienen a mano; sillas, muebles, adoquines, algún fusil, pero es en vano. Las vendas hechas de la ropa de la tienda de Louise no son suficientes para curar tanto herido y fallecido que va obstaculizando las fúnebres calles, mientras los soldados enmudecen cualquier grito de libertad y justicia en cada disparo. El plano del hombre que no puede acabar del todo el escrito “VIVE LA COMMUNE” es muy simbólico y emocionante, vestigio del espíritu de revolución cercenada, mientras los burgueses vitorean desde las colinas la contienda.


La dramática secuencia del abatimiento del pueblo aniquilado, mientras espera a ser fusilado, observando cómo los soldados cavan las tumbas –entre ellos, un arrepentido Jean, que observa impotente a una histriónica y desesperada Louise– tiene la angustia de un cuadro de Goya.
Desolación, derrota y ruina se dan la mano en un momento lúgubre y angustioso enfatizado por la abundante lluvia y, sobretodo, por la apabullante música de Shostakóvich que acompaña magistralmente todo el metraje, adaptándose con emoción a cada capítulo.
Pasión y sentimientos desbordados, interpretaciones exaltadas propias del cine mudo unidas al especial montaje soviético conforman una obra maestra que debería ser tan conocida como otras de la historia del cine mundial.




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