PRAESIDENTEN (1919), de Carl Theodor DREYER.

PRAESIDENTEN (1919). Carl Theodor DREYER.


Ópera prima del gran realizador danés, que se convertiría con el tiempo en uno de los pilares de la cinematografía mundial y referente para muchos cineastas. Esta película muda está alejada del cine austero y puro al que llegaría años después en la etapa sonora y más madura, pero es una obra muy digna e interesante por muchos aspectos. A pesar de caer en el cine con aire folletinesco tan en boga en esa época en la literatura y los seriales del cine, como los creados, entre otros, por Louis Feuillade o Germaine Dulac, o dramas de Victor Sjöström o Mauritz Stiller, este gran director le proporciona una lectura que va más allá de lo puramente melodramático. 



El tratamiento de la historia me resulta interesante porque en ella recurre a un tema que le tocaba de cerca, al ser él mismo hijo ilegítimo entre un aristócrata y su madre de otra clase social inferior a la que repudiaron, abandonan a su hijo y siendo obligado a terminar en un orfanato. Posteriormente sería adoptado por una familia de férreas convicciones y rígida educación. Por ello se interesó por el libro de Karl Emil Franzos en el que se relataba la historia de tres generaciones de aristócratas, que terminan relacionándose con mujeres de estrato social más bajo con las que tienen descendencia y consecuencias de diversa índole. 


Dreyer realiza una crítica a las instituciones sociales más importantes como el matrimonio, la Iglesia y la Justicia con este relato que empieza con un libro que se abre y cuenta la historia de Karl Victor, el presidente del juzgado de la ciudad, considerado una persona noble, honorable y respetada. Su padre, antes de morir le confiesa que nunca se case con alguien plebeyo como le pasó a él, porque le llevaría a la ruina, obligándole a realizar un juramento delante del escudo de la familia. Sin embargo, él cae en la tentación de relacionarse con la hija de la ama de llaves de su tío a la que deja embarazada, pero abandonándola por la presión de éste sobre el honor de la familia, a pesar de que él no está de acuerdo con ello.



La hija que tuvieron (Victorinne) se cruza en su vida posteriormente cuando es acusada de infanticidio de su bebé y él debe ser el juez del caso en una escena en la que el actor ofrece mucho dramatismo. Renuncia por ello al cargo, pero pide el indulto cuando le dictaminan la pena de muerte, conociendo la causa verdadera de la situación y desesperado acto de su hija. Ese dilema de pertenecer a una Justicia insensible o el deber moral de ayudar a su hija es lo interesante del film, cuando un hombre que representa la honorabilidad en su ciudad y compañeros, el cual es ascendido de cargo podemos ver la solemnidad del acto y esos rostros que serán precursores de los primeros planos del Tribunal de "La passion de Jeanne d'Arc" (1928) se siente, ante todo, padre y persona con humanidad. Se debate entre el orden social, el prestigio de la Institución o la injusticia que se viene haciendo contra las diferencias sociales y contra la mujer en general. Y en ello Dreyer pone su especial crítica que, si bien posee un toque de ingenuidad y optimismo algo irreal, es muy loable la denuncia de las estructuras inamovibles y corruptas que imperan en la sociedad, que establecen la diferencia de clases y su permanencia en el tiempo.



Aunque he reflejado que esta película está muy lejos de lo que sería el sello personal de Dreyer, sí se aprecian rasgos que le caracterizarían en sus posteriores creaciones: personajes de hombres muy influidos por mujeres como este juez; intentos ya de encuadres con simetrías atrayentes y casi perfectos, aunque sin llegar a lo sublime de “Ordet” ni “Gertrud” todavía; iluminación con una estética gótica muy especial, como en ese expresionismo de los pasillos y la celda de Victorinne, que recuerda a escenas de “Dies Irae” con esa anciana torturada; el gusto por la naturaleza como los campos de “Ordet” y el bosque de “Dies Irae” con ese espíritu liberador que podemos ver en ésta de “El presidente”. 




Otra de sus constantes es su devoción por la pintura, consiguiendo que cada plano gozara de un espíritu pictórico influido por el magnífico pintor de interiores, Vilhelm Hammershoi, que podemos disfrutar también en la sencillez y austeridad de “Gertrud” y “Ordet”, con esos planos de las espaldas de mujeres, de ventanales o muebles simples.
Es en los espacios abiertos es donde los personajes se sienten vivos, libres y felices, dando rienda suelta al amor prohibido en contraposición a los espacios claustrofóbicos del juzgado, el castillo de la familia y la casa de Victor, el juez.



Vilhelm Hammershøi




Y existen varios aspectos que me han llamado la atención, que este director iría desechando en el cine sonoro. Por ejemplo, hay un montaje excesivo comparado con la simplicidad de planos y abundancia de planos secuencia de las posteriores. En ésta hay varias secuencias de flashbacks, de montajes paralelos, tan de moda con el cine de Griffith o Lois Weber de la época, abundancia de primeros planos y planos detalle. Esos primeros planos que sublimaría en la excelsa “La passion de Jeanne d'Arc” antes mencionada, con esa Maria Falconetti incomparable e insustituible. También observamos el tinte de distinta tonalidad dependiendo de la escena, hay algunas azules nocturnas o el coloreado de rojo sobre negro para las antorchas o el fuego creado por el pueblo.





Otro aspecto que me llama la atención es las numerosas referencias a animales, existiendo muchos planos de ranas, peces, gatos, perros, un gallo…Incluso en la escena de matrimonio final, les dedica un plano fundamental a tres perros que se suben a un banco de la Iglesia. Expresión sobre la belleza de la naturaleza, la calidad de las personas que cuidan animales, la candidez de éstos…



La interpretación de los actores es algo exagerada y dramática, propia del cine mudo, muy parecida en su “naïveté” a la de “El amo de la casa”, otra historia posterior en la que existe una historia de arrepentimiento y redención posterior del protagonista, como es ésta del juez, que renuncia a un ascenso y prestigio social para compensar las injusticias sociales que se ceban en los pobres, personificado en su hija.


Carl Theodor Dreyer profundizaría con los años en temas como la religión, la fe, la verdad, la justicia, el pecado, el sufrimiento de la mujer. Temas trascendentales que influirían en el cine europeo y mundial. Una historia a tener en cuenta en este enorme cineasta.

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