Gregorio Millán Sanjuán. INTERESTELAR (2014). Una realidad sobrecogedora.

Mi hermano Grego es topógrafo actualmente, pero trabajó de profesor de autoescuela muchos años. Es un apasionado aficionado de la astronomía, la topografía, el automovilismo y el cine. Le gusta escribir de muchas áreas. En este estupendo texto reúne memoria, deleite por el Universo, familia y una película con la que se identificó y estableció un vínculo muy estrecho. Su escritura es él, alguien al que le gusta indagar, familiar, pasional, con sentido del humor. Gregorio ya escribió hace tiempo sus recuerdos sobre el cine en la década de los 60, 70, 80 y 90, de los que pongo sus enlaces.


INTERESTELAR (2014). Una realidad sobrecogedora.

Me gusta mirar al cielo nocturno desde niño. Los veranos nos íbamos a una casa de campo a las afueras donde no había contaminación lumínica. Su cielo nocturno impresionaba, nos subíamos a la terraza a verlo y éste se te caía literalmente encima.
Me tumbaba en el suelo con la vista hacia arriba sin mirar nada más, imaginaba que la gravedad que me mantenía pegado a él, se debía a la aceleración de una nave espacial en la que me encontraba surcando el espacio interestelar. Pasado un rato mirando hacia arriba, perdía la perspectiva horizontal de nuestro entorno y era capaz de tener una visión en profundidad del cielo, incluso de percibir el espacio en tres dimensiones. Parecía que entrabas en contacto con su inmensidad, lo cual resultaba realmente sobrecogedor. Este adjetivo también me vino a la mente en diversas escenas de la película, por eso aparece en el título y también lo hará en sucesivas ocasiones de este escrito.


Por entonces, le segunda mitad de los 70 y primeros de los 80, se proyectaba en la gran pantalla la primera trilogía de la saga “La guerra de las galaxias”, también pudimos estar en el puente de mando del “Enterprise” con la película de “Star Trek” y, finalmente, el fenómeno “OVNI” nos acompañaba, haciendo furor hasta formar parte del consciente colectivo de la época, dando lugar a una de las películas que más me emocionó por entonces: “Encuentros en la tercera fase”.

También tuvieron su protagonismo astronómico:
- Las sondas Viking I y II pisando suelo marciano con la expectativa de encontrar vida extraterrestre en ese novelesco planeta vecino.
- Las sondas Voyager I y II surcando el sistema solar en busca de los planetas gigantes gaseosos que circundan por las órbitas exteriores del sistema solar.
- El programa de divulgación científica “Cosmos” presentada por Carl Sagan. Una serie de gran calidad, donde este genial presentador nos daba a conocer los secretos del universo de manera didáctica y comprensible.

Programa de Carl Sagan. Cosmos: un viaje personal (Cosmos: A Personal Voyage) es una serie documental de divulgación científica. Se difundió en 1980 y constaba de trece episodios.

Por entonces había series de divulgación y documentales de gran calidad, como “El hombre y la tierra” con el naturalista Félix Rodríguez de la Fuente o “Mundo Submarino”, con el oceanógrafo Jacques Cousteau. Series que despertaban la curiosidad y la sensibilidad del televidente a través de imágenes y grabaciones de gran belleza, a las que difícilmente tendría acceso por sus propios medios.
Todos estos acontecimientos marcaron el final de mi niñez y el principio de mi adolescencia. A continuación, transcurrieron las décadas de los 80, los 90 y la primera del nuevo milenio. Hasta que en el año 2014, treinta y cinco años después, me encuentro con mi familia en el cine mirando la cartelera para elegir la película que íbamos a ver.
Mi mujer y mis hijos se decantaron por Sinsajo Parte I, pero a mí me llamó la atención un cartel con un título mucho más sugerente y trascendental que me transportó a esa lejana década de los 70: “Interestelar”, donde se podía ver alegóricamente a un astronauta caminando solo por un planeta helado.


Anteriormente ya había desarrollado una gran afinidad con su director Christopher Nolan por el enfoque que le da a sus películas. Me captan, me siento partícipe e identificado con la temática de sus guiones. Al final me fui yo solo a verla mientras “los otros” se fueron a Sinsajo.

No voy a contar de nuevo su argumento, pues es de sobra conocido. Más bien comentaré escenas, diálogos o cualquier otra cosa que me provocaran emociones, conclusiones y elementos de unión.
Sólo decir someramente que describe un futuro distópico, pero al que parece que estamos abocados, por el cual la tierra se ha vuelto inhabitable y la única solución posible es salir de ella. Se contemplan dos vías paralelas:

1.- Buscar otro planeta apto para la vida en alguna lejana galaxia, a la que se llegaría a través de un misterioso agujero de gusano, aparecido inexplicablemente hace algún tiempo cerca de Saturno.
2.- Resolver unas inescrutables ecuaciones gravitatorias que permitirían ayudar a abandonar la tierra a un número masivo de humanos.

Joseph Cooper (Matthew McConaughey), un viudo ex piloto de la NASA transformado en granjero, que vive en su granja con su suegro Donald (John Lithgow) y con sus hijos Tom (Timothée Chalamet y Casey Affleck) y Murph (Mackenzie Foy y Jessica Chastain).

Mackenzie Foy (Murph, de pequeña) con su padre Joseph Cooper (Matthew McConaughey) en la granja.

Ésta última cree recibir señales de un supuesto fantasma a través de los huecos dejados por libros que caen solos de la estantería de manera inexplicable. También aparecen alineaciones de polvo que el padre consigue descifrar como coordenadas, las cuales les llevan a una base secreta de la NASA.

Allí conocen al profesor Brand (Michael Caine) y a su hija, la doctora Amelia (Anne Hathaway), los cuales le exponen el grave deterioro del planeta, de carácter irreversible. Brand le propone pilotar la nave preparada para la expedición de búsqueda de otros mundos, donde migrarían el mayor número posible de humanos (plan A) o, de no ser posible, lo repoblarían con miles de cigotos fertilizados transportados en la nave (plan B).

Al ver la situación agónica de la tierra, me remonté a un par de años atrás acompañando e invitando a un helado a mi hija Ana y a mi sobrina Úrsula, por entonces unas niñas mayores que estaban entrando en la adolescencia o “edad del pavo”. Ambas se pidieron el sabor “menta y chocolate”, lo cual me dio pie a gastarles una broma con una frase lapidaria, inapropiada y poco comprensible para ellas a esa edad, que venía a decir algo así como “esa mezcla de sabores… sólo puede ser el reflejo… sólo puede obedecer… a los gustos de una civilización… ¡decrépita y decadente!”.

La dependienta miraba con estupor, la pareja de al lado se aguantaba la risa y ellas me decían al unísono: - ¡Ay papá, déjame en paz! - ¡Ay tito, déjame en paz!

La verdad es que tengo muy arraigada la idea de decadencia desde hace algunos años, pregonándolo siempre que tengo una ocasión al efecto, en un fútil intento de prevenir sobre lo que se nos viene encima, cual profeta apocalíptico.

Murph en la biblioteca de su casa donde se caen constantemente libros.

El plan B consiste en transportar dentro de nave cinco mil cigotos fertilizados, con la suficiente diversidad genética para evitar el empobrecimiento de la especie y la endogamia. Siempre he pensado que la salvación de la humanidad, podría radicar en un nuevo paso evolutivo, fruto de la diversidad genética que produciría una mezcla de razas. Otro punto de encuentro con la película.

Al sopesar Cooper si enrolarse en la expedición o quedarse en la tierra, se le produjo un dilema, mantenerse en compañía de sus hijos para protegerlos y acompañarlos en un fin anunciado o abandonarlos para buscar fuera su salvación junto con el resto de la humanidad. La escena de la despedida de la hija Murph es agónica cuando ésta se niega a aceptar la decisión por la segunda opción que toma el padre.

Pienso que, si nos salvamos, será porque seamos capaces de zafarnos de esa carga innata que todos llevamos en mayor o menor medida, llamada estupidez humana. Ésa que, por ejemplo, nos lleva a bailar al borde del precipicio como si no pasara nada.

Desmitificándonos como seres “inteligentes”, si no lo conseguimos, sencillamente nos extinguiremos, al igual que lo han hecho otras tantas especies, cediéndole el protagonismo de la supervivencia a otras nuevas venideras y emergentes, sean las que sean. Todo formaría parte de los procesos naturales. “La naturaleza no tiene valores morales, nos resulta imponente, aterradora, pero no es malvada”, dice la doctora Amelia. Al fin y al cabo, cada especie busca la oportunidad de ocupar un “nicho de vida” y cada integrante de ellas lucha por su supervivencia.

Al final, la expedición significa que todo queda en manos de “valientes" exploradores. Amparados por la ciencia y la tecnología, dejarán sus vidas a merced del destino para salvar a sus congéneres. La misma ciencia que da lugar a tecnologías a nuestra medida, pero perjudiciales para el planeta por no tenerlo en cuenta, es la que ahora debe encontrarnos una salida, una vez que éste nos echa “a la calle” del espacio interestelar.

La imagen de la nave llegando a Saturno es pura poesía visual. Muy impactante.

Esquema de un agujero de gusano.

La explicación del agujero de gusano es esclarecedora, tanto como la imagen de la deformación de la malla espacio-temporal por efecto de la gravedad. La primera vez que la vi, entendí al instante el concepto relativista de ella y me emocioné por el asombro y la comprensión que me produjo.


La escena del Ranger descendiendo al primer planeta siguiendo una trayectoria curva en espiral (técnica de aerofrenado para ahorrar combustible), me recordó a una de las maniobras que tuve que realizar en el ejercicio práctico para obtener el título de piloto de drones, aunque ambas no tengan nada que ver en cuanto a principios de vuelo, puesto que el dron no planea como el Ranger.

Debía realizar una ascensión y un descenso en espiral girando alrededor de un supuesto eje imaginario. Se realizaba accionando al unísono tres palancas de mando de manera gradual y sincronizada. Una para avanzar, otra para girar y la tercera para elevarte o descender. Era la maniobra más difícil de ejecutar, pues no se trataba de una operación simple, sino compuesta, debiendo realizarla con mucha coordinación y casi con armonía para que saliera bien. Cuando lo conseguías, el efecto visual de su trayectoria era muy parecido al de la nave Ranger en su descenso, otro punto de unión con la película.


Cuando comencé a ejercer la enseñanza de la conducción, como profesor de formación vial a primeros de los noventa, imaginaba un aparato volador con cámara cenital que siguiera a mi vehículo desde arriba, con objeto de obtener una visión del mismo, de las circunstancias que se iba encontrando y del comportamiento que el alumno adoptaba en función de las mismas. Creo que hubiera resultado bastante esclarecedor, especialmente en los exámenes de conducción. Lo que pasa es que los drones no se generalizaron hasta pasados unos veinte años y, aun así, no pueden sobrevolar cascos urbanos. Quizá más adelante, cuando no supongan un peligro para las personas.


Otra cosa asombrosa son las olas gigantes del primer planeta que visitan, las cuales confunden en la lejanía con montañas. Cuando se dan cuenta, ya las tienen encima.

En la atropellada huida, el robot que trae en sus brazos a la doctora Amelia para salvarla, llega in extremis a la nave y la pone a salvo en su interior, luego entra él antes que otro humano miembro de la tripulación, al cual no le da tiempo a acceder y muere arrastrado por la ola. Esto no concuerda con las tres leyes de la robótica de Asimov que salvaguardan la vida humana, supongo que será por necesidades del guion. La nave levanta el vuelo justo antes de verse engullida por una nueva ola, dejando como testimonio la imagen del astronauta muerto flotando en el agua. Sobrecogedor.

Los acontecimientos que retrasaron la vuelta del planeta aumentan el retraso temporal en la nave externa de dos años a veintitrés. El astronauta que se quedó esperando está bastante envejecido y Cooper corre a mirar los mensajes recibidos de sus hijos en ese largo periodo de tiempo.


El hijo mayor Tom le había transmitido tres, uno en el que le dice que ha conocido una chica que puede ser la definitiva, otro en el que le enseña a su nieto y un tercero en el que le comunica la muerte del abuelo, su suegro.

La hija Murph le envió uno cuando cumplió su edad, diciéndole que hubiera sido un buen momento para comunicarse con ella. El padre no puede hacer otra cosa más que llorar, ante la impotencia sufrida por no haber estado presente en ese acontecimiento, tal y como le dejó entrever cuando se fue. Conmovedor.

Murph, se encuentra trabajando con el profesor Brand, el viejo científico que busca la resolución de las ecuaciones gravitatorias, manifestándole que cada intento de resolverlas sólo sirve para validarse a sí mismo, que se trataba de algo recurrente. El viejo profesor le pregunta si todo el trabajo de su vida ha resultado absurdo y ella le responde que ha tratado de resolverla con las dos manos atadas a la espalda. Esta escena es un buen ejemplo de cómo las nuevas generaciones nos superan y me siento completamente identificado, tanto por cuando era un joven pujante, como ahora que soy un cincuentón en retroceso con hijos adultos.

Murph de adulta convertida en científica (Jessica Chastain). 

El viejo científico se va un tanto desengañado, alegando la excusa de tener que grabarle un mensaje a su hija, que se encuentra en la expedición de búsqueda de otros planetas habitables.

Hace más de treinta años, estaba tomando una copa en un pub con unos amigos. Tras unas partidas de billar, me quedé hablando con uno de ellos. La conversación tomó una deriva un tanto existencialista, por lo que le dejé caer una idea particular que venía a decir que, al fin y al cabo, lo que trasciende en última instancia, no somos los individuos, sino la especie. Pues bien, el mensaje que el viejo científico le manda a su hija, habla sobre la transcendencia existencial necesaria para adentrarse en el universo, donde tenemos que dejar de pensar como individuos y empezar a hacerlo como especie.

Esa afirmación hizo que se me saltaran las lágrimas, dada la exaltación del momento que me supuso la conexión de ideas. Me encontraba tan metido en la película, que llegué a pensar cándidamente que estaba hecha especialmente para mí. Otra vez me quedé sobrecogido.

En otra escena, dada la escasez de combustible, se ven obligados a elegir entre los dos planetas restantes. El protagonista se inclina por uno helado y la hija del viejo científico por el otro, donde se encuentra un anterior científico descubridor del que está enamorada. El protagonista presenta este hecho del enamoramiento como un sesgo que resta objetividad en la correcta decisión y ella le realiza un alegato sobre la importancia y el poder del amor a la hora de elegir que me resultó antológico.


Se basa en que están cruzando el universo por amor, por amor a quien buscan, por amor a los hijos, por amor a los congéneres, siendo ese amor la fuerza vital que les ayudará a tomar la decisión correcta.
En mi trabajo, cuando no encuentro una solución racional a un problema, me dejo llevar por mi instinto y por mis sentimientos, pues es lo único que me queda como asidero.

Amelia Brand (Anne Hathaway) y Joseph.

Luego Amelia le plantea a Cooper una dicotomía escalofriante en caso de no acertar con la elección del planeta correcto: tener que elegir entre salvar a sus hijos o seguir el plan B, que abandona a los humanos actuales que viven en la tierra en pos de la reproducción de cigotos fertilizados que porta la nave. Una nueva generación de humanos que empezaría de nuevo en otro planeta.


Otra escena que se me quedó grabada en la retina, es cuando llegan al planeta helado elegido por él y despiertan al anterior expedicionario, el doctor Mann, que se había hibernado al haber agotado sus recursos para sobrevivir. Al ver éste a otro humano tras tantos años y sin muchas esperanzas de sobrevivir, la reacción que tiene es abrazarse y llorar. Sobrecogedor.

Al morir el profesor Brand, le confirma a su hija Amelia que el plan A era una quimera, pues nadie es capaz de resolver las ecuaciones gravitatorias necesarias para sacar a la humanidad del planeta tierra y ponerla a salvo. Dicha solución sólo se encuentra en el interior de un agujero negro y resulta inescrutable por la imposibilidad física de mirar en su interior y de que nada de lo que ahí se encuentre pueda salir de él.

Esa revelación da lugar a que el protagonista Cooper abandone la misión y decida volver a la tierra con sus hijos. Lo que da lugar a que el expedicionario de dicho planeta, el doctor Mann, lo intente asesinar cobardemente para ser él quien ocupe su lugar de vuelta a casa.


Éste último deja abandonados a todos en el planeta y se dirige a la nave exterior en órbita para usarla como medio de vuelta a la tierra.
Tras diversos avatares, la cosa termina con el doctor Mann muerto por un intento de fuga que deriva en una explosión, la doctora Amelia dirigiéndose al tercer planeta con los cigotos fertilizados, donde se encontraba su amado y el protagonista cayendo al interior del agujero negro para salvarla.

A partir de ahí, dado el desconocimiento total que la ciencia tiene sobre lo que ocurre en el interior de un agujero negro, el director aprovecha para crear una escena muy controvertida en la que el protagonista entra en una especie de estructura espacio-temporal, supuestamente creada por humanos del futuro, los mismos humanos que pusieron a nuestra disposición el agujero de gusano que nos permitió salir de nuestro sistema solar y acceder a otros sistemas con posibles planetas habitables.

Agujero negro.

Precisamente, me viene a la memoria una noche de hace unos veinticinco años, estábamos en la terraza de la casa de campo, mirando las estrellas y conversando con los presentes en ese momento de temas un tanto trascendentales. Un amigo de mi hermana Julia y también mío, llamado Vicente, nos dijo que en sus estudios de matemáticas habían realizado unas ecuaciones y deducido de ellas la geometría que apreciaríamos en 3D de un cubo de cuatro dimensiones. Nos explicó que se había quedado impresionado por la forma que tenía, que eran como dos cubos uno dentro de otro, pero de una manera extrañísima. Estaba hablando de una figura geométrica de cuatro dimensiones llamada “teseracto”, el equivalente a un cubo, pero en cuatro dimensiones, lo mismo que el cuadrado equivaldría a la representación de un cubo en dos dimensiones. Dicha figura es la misma que elige Nolan para esa estructura espacio-temporal donde se desarrolla la escena decisiva de la película, la que me dejó completamente estupefacto. Otra curiosa coincidencia de una experiencia personal con la película.

Teseracto.


A través de esa extraña estructura, el teseracto, entra en contacto con su hija, provocando caídas de libros de la estantería que llamaron su atención y que ella supo interpretar como un código morse por los huecos que quedaban. También dieron lugar a que el padre del pasado descubriera las coordenadas de la ubicación de la sede de la NASA que le llevó posteriormente a pilotar la nave de la expedición de búsqueda de esos planetas habitables. Por último, el robot que también iba en la nave con Cooper, descubre los datos cuánticos que resuelven las ecuaciones gravitatorias, nuestro protagonista le pide que se los traduzca a lenguaje morse y se los trasmite a su hija Murph a través del segundero de un reloj que le dio cuando la abandonó.

Con dichos datos, se pudo construir y poner en órbita a una gigantesca estación espacial que pudo salvar a una parte de la humanidad, la cual abandonó un planeta tierra que se había vuelto inhabitable.

El protagonista Cooper vio cómo se desmontaba la estructura del agujero negro que le permitió contactar con su hija, apareciendo solo e inconsciente en el espacio cerca de Saturno y de la estación espacial nueva.

Allí lo rescatan milagrosamente y puede ver a su hija, la cual tenía ya más de noventa años, mientras que él seguía teniendo los treinta y tantos de cuando la dejó.

Murph de anciana, al final de la película.

Un encuentro inaudito fruto de los caprichos de la física relativista, pero también entrañable y que saldó una cuenta pendiente entre un padre, que quiso salvar a sus hijos y a la humanidad, y una hija a la que le prometió que volvería. Ella le confiesa que sabía en el fondo que el fantasma de la habitación era él, enviándole señales desde otra dimensión. También le dice que la deje con sus descendientes familiares y que se vaya al tercer planeta con la doctora Amalia, que está sola en un planeta remoto haciendo por amor algo en lo que cree, salvar a la humanidad.


Al terminar la película, salí del cine totalmente emocionado con lágrimas entre los ojos caminando entre desconocidos. Jamás una película me había calado de tal manera.

A través de la ciencia ficción, de una distopía próxima y tangible, de la descripción de nuestra condición humana que se refleja con mayor intensidad en situaciones extremas, Nolan nos pone de manifiesto un futuro más que probable y nos envía una clara advertencia para que intentemos corregirlo.

Han pasado nueve años y la sensación que tengo es que todo sigue igual y no hemos aprendido mucho de su mensaje, seguimos bailando al borde del precipicio como si tal. Quizá también, el esfuerzo económico para atajar los problemas ambientales sea inasumible para muchas personas, el caso es que la sensación general que tengo es de haber comenzado a tomar medidas tarde, sin convencimiento y de forma precipitada.

El programa SETI de búsqueda de señales extraterrestres, tras cuarenta y cinco años de escuchas, prácticamente no ha encontrado ninguna señal clara que evidencie la existencia de otras civilizaciones, a pesar de los miles de millones de galaxias que pueblan el universo, que a su vez albergan miles de millones de estrellas cada una, conformando un número inimaginable de planetas. Se debatió mucho sobre las causas de tal despoblación y una de las que últimamente está tomando fuerza, es que las civilizaciones no prosperen en el momento en que la tecnología desarrollada permita su propia autodestrucción. Seres lo bastante desarrollados como para crear ciencia y tecnología, pero no tanto como para utilizarla correctamente, cayendo al final en dicha autodestrucción. No estoy hablando sólo de los desastres de la guerra, sino también de los de la paz.

El desenlace se verá quizá en los próximos cincuenta años.

También quiero hacer mención y celebrar la magnífica banda sonora de Hans Zimmer. La música forma un muro de sonido a través de capas y capas superpuestas de grabaciones independientes de instrumentos que tocan la misma melodía. El efecto que produce, lo llena todo y te llega hasta el tuétano. Ensalza las escenas doblemente y buena parte de las lágrimas que se me saltaron, se debieron a ella.

Banda sonora original de Hans Zimmer.

En fin, que Interestelar es una película de ciencia ficción que ha alcanzado la categoría de obra de arte. Estoy seguro de que perdurará en el tiempo por el mensaje que trasmite, por la calidad de su ejecución y por haber marcado una época.




Gregorio Millán Sanjuán.

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