STREET ANGEL (1928). Frank Borzage.



STREET ANGEL (1928). Frank Borzage.

Cuanto más cine mudo veo, más me apetece seguir indagando y descubriendo joyas que en su tiempo fueron verdaderos éxitos, formaron parte de la historia más remota del cine e influyeron en una sociedad que asistía a las salas de cine y quedaba atónita ante melodramas como el que destaco hoy. Ser testigos del paso del cine silente al sonoro, como estaba ocurriendo desde hace muy poco, tuvo que ser un gran acontecimiento. Si bien ya el cine ya había experimentado ese salto en 1927 con “The jazz singer”, aún existirían muchas películas que no dieron aún ese paso y conservaban el encanto del cine con intertítulos y la magia de la música en directo.


Éste es el caso de “Street angel”, una película que fue la sucesora de “Seventh heaven” (1927), con la que William Fox quiso repetir el enorme éxito de este magnífico melodrama ambientado en París y con el mismo director, Borzage, con el que sabía que era una apuesta perfecta. Y el siguiente año insistiría también con el mismo director con “Lucky star” (1929), que, para mí, tiene peor calidad y la historia es más almibarada, aunque merece la pena ver ese relato de superación tras la guerra.

Seventh Heaven (1927). Con los mimos protagonistas y director.

En el inicio de la película, Borzage nos remite a Italia con un intertítulo en el que leemos: “… bajo la humeante amenaza del Vesubio, se encuentra la despreocupada y sórdida Nápoles” e inmediatamente pasa a un plano con bruma nocturna con una fotografía espléndida en todo el metraje de la que se encargó Ernest Palmer, que también fue el artífice en “Seventh heaven” y colaboró en otras películas con Murnau. La calidad de la iluminación de esos suburbios de un Nápoles enrarecido, con esas constantes nieblas, luces, sombras y ambientes nocturnos de este genial director de fotografía, hacen que te adentres de lleno en esa ciudad portuaria que me lleva por esa recreación, a “Docks of New York” del mismo año, en la que también es excelente la ambientación de esos muelles con sus brumas, si bien la historia de Josef von Sternberg es más sórdida y dramática, más virtuosa.




Uno de los grandes aciertos de la película es la especial química entre los dos protagonistas, que desde el éxito de su primera película juntos el año anterior y la popularidad entre el público, trabajaron juntos en muchas películas más como reclamo para éste. Janet Gaynor fue una estupenda actriz, menuda, muy expresiva y se convirtió en la primera actriz en ganar un Óscar por su interpretación en tres películas: ésta, la citada “Seventh heaven” y “Sunrise” de Murnau. Charles Farrell tenía una gran presencia y se manejaba muy bien papeles de gran nobleza y pasionales.



Esta película está basada en la obra “The Lady Cristilinda” de Monckton Hoffe y narra la desdichada historia de Angela, una chica a la que se muere su madre por no poder asistirla en su enfermedad a causa de su pobreza, tras infructuosos intentos de sacar dinero con la prostitución o robando, lo cual le lleva a la cárcel, de la que escapa y se refugia con los trabajadores de un circo. 



En esa etapa conoce a Gino casualmente, un pintor itinerante que se une a ellos al enamorarse a primera vista de ella y desea pintarla en un cuadro. El resultado de la pintura me lleva por la esencia que plasma de Angela el bohemio pintor, a “Portrait of Jennie” (1948), en la que también un poderoso cuadro es el eje que vertebra la historia. Gino capta la verdadera naturaleza de la bailarina de circo que se ha puesto capas y capas de escepticismo, frialdad y desconfianza tras el triste suceso familiar, hecho que conmueve y desarma a Angela, abriendo su vida al pintor. Este cuadro pasará por un proceso al ser vendido y transformado que será clave para el desenlace del relato.



Lo que sigue es un cuento cargado de pasión con un episodio desagradable al ser descubierta por la guardia, que la encarcela de nuevo y sume a Gino en la desesperación, bajando a los infiernos hasta que se reencuentra con ella al acabar su condena en un plano genial entre una espesa niebla del puerto caminado sin rumbo. Odio, reproches y amor se suceden para un final que haría las delicias del público de la época, con una historia sencilla, ingenua y sensible, que aún sigue atrayendo por lo bien contada que está. Frank Borzage dirige con habilidad, dotando de una gran delicadeza a esta obra maestra y una puesta en escena memorable.


Estado de la casa donde vivieron después de la separación de la pareja.

El plano secuencia del inicio, que nos enseña un Nápoles vivo, con unos decorados fantásticos, muy especiales y el travelling que nos acerca a los personajes de las calles, con sus ropas tendidas, sus quehaceres, son de una genialidad incomparable. El uso de las sombras es espectacular, como la de ella, bajando por un canalón, escapando de la guardia, que se proyecta en la pared de enfrente, o las de las presas que se acercan a las escaleras que las conducirán a los subterráneos de la cárcel, en un plano lúgubre impactante de inspiración expresionista con unas barandillas con puntas afiladas que simbolizan su desolación. También el contrapicado de las mujeres trabajando en la prisión con la enorme sombra amenazante proyectada encima de ellas del vigilante, es muy sugerente.


La posición de Gino casi siempre por debajo de ella en los encuentros amorosos nos revela la absoluta devoción por ella, siendo su musa y su esperanza. Excepto al final, en el que se invierten los papeles y ella, a los pies de él, implora su perdón.
El director se mueve perfectamente en los interiores, recreando unos ambientes, que, si bien, son de extrema pobreza, la dirección artística les dota de un especial encanto, con unos ventanales por los que se asoman, ven la vida de esa ciudad, con su prostitución, su pillería, su miseria, una ley que persigue injustamente a mujeres y hombres desdichados. Y tan parecidos a ese barrio de Paris, de la anterior película, en los que, desde su buhardilla, veían las estrellas y Montmartre.


Y en los interiores describe perfectamente la psicología de esa pareja, con situaciones desarrolladas con tal exquisitez y naturalidad al mismo tiempo, que no requieren de ningún diálogo para percibir su química y sentimientos.
Ésa es la grandeza del cine mudo.





Frank Borzage (1894-1962). EEUU.







Comentarios

  1. Esta película no la he visto, pero Janet Gaynor me parece maravillosa. Una de las grandes actrices del cine mudo. Su papel en el Amanecer de Murnau es grandioso. Pero tengo que reconocer que estas películas de Frank Borzage son fantásticas ¡¡¡

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