PICKPOCKET (1959), de Robert Bresson.


PICKPOCKET (1959). Robert Bresson.

Desprenderse de elementos superfluos fue la máxima de Robert Bresson, un director que permaneció fiel a su concepción teórica y singular del lenguaje cinematográfico y que anduvo independientemente por caminos paralelos a otras corrientes coetáneas. Con un reconocido y especial lenguaje económico –despojado de artificios, fruto de una personalidad que progresivamente iba escudriñando en busca de la esencia, de partir de la nada para crear el conjunto–, este director consiguió hacerse un hueco indeleble en la historia del cine francés y mundial, creando un corpus inigualable.

El longevo director Robert Bresson (1901-1999). Francia.

Un creador tan diferente que me obliga a contar esta anécdota: ante las ganas de crear su propia versión del Génesis bíblico, chocó con la megalómana concepción del productor Dino De Laurentiis, cuando le preparó un montón de animales para el episodio del Arca de Noé y Bresson le explicó que solo deseaba rodar las huellas dejadas en la tierra de éstos… Fue inmediatamente despedido y el proyecto lo culminó John Huston con una grandilocuencia poco convincente tan alejada de lo que pretendía el francés. Quedará la duda de cómo habría afrontado un proyecto tan complicado.

Eso era Bresson, reducir al mínimo la expresión con imágenes, sugerir más que enseñar, despertar al espectador, hacerlo activo. Un cine, sin duda, que se alejaba de lo convencional, tal como lo hizo en el género polar. Y así lo advertía al inicio de “Pickpocket”: “Ésta no es una película de estilo policíaco, el autor trata de expresar a través de imágenes y sonidos, la pesadilla de un joven, empujado por su debilidad a una aventura del robo, para la cual no estaba hecho. Pero esta aventura por caminos extraños reunirá a dos almas que, sin ella, quizás nunca se hubieran conocido”. Una aproximación al crimen desde un punto de vista existencial, fruto de una libre adaptación del “Crimen y castigo” de Fiodor Dostoievski, autor con el que mantuvo una estrecha relación literaria en diversas películas como “Quatre nuits d’un rêveur”, “Au hasard Balthazar” o “Une femme douce”.


En ésta, la culpa del delincuente Michel (el actor francouruguayo Martin LaSalle) está presente en ese ser asocial, angustiado, solitario y nihilista, abandonado a su suerte, que busca en el perfeccionamiento del robo algo a qué agarrarse, que le dé emoción y su redención a través de sus consecuencias y el amor que encuentra en una chica, también con una existencia atormentada. Un chico que cree en seres superiores en la sociedad tal como argumenta y justifica en su conversación: ”¿No podría admitirse que hombres capaces inteligentes y además talentosos, incluso geniales, indispensables, pues, para la sociedad, en vez de vegetar toda la vida pudieran desobedecer a la ley?”. 

Inicio de la película con el robo de dinero de un bolso.

Conversación sobre la justificación de algunos robos con sus socios.

Toda una declaración de principios que le llevan a hacer del robo de carteras un arte, leyendo libros de clásicos de famosos delincuentes y ensayando de forma sistemática la destreza de sus dedos en casa y en vivo para conseguir la excelencia junto a otros compinches (por cierto, un Pierre Étaix que sale muy poquito y que desarrollaría su habilidad con sus manos prestidigitadoras en el corto “Rupture” dos años después). Un tratamiento del robo como arte y deporte, tal como decía el humanista “Pierre de Coubertin”: “El arte quizás sea un deporte, pero el deporte es un arte”, para conseguir un triunfo en cada actuación de las formas más variadas y perfectas. Acompañadas estas secuencias con la música clásica de J. B. Lulli, que nos deleita en varias ocasiones en la película –aunque abandonaría progresivamente el uso de ésta en el futuro, para darle más protagonismo en momentos necesarios y diegéticos por sí mismos– y que las eleva a lo máximo.

Libro de George Barrington, famoso carterista del s. XVIII. 

Pierre Étaix, el famoso actor y director en un momento de la película.

Un film con investigación policial y desarrollo atípico, radical en su propuesta, huyendo de lo clásico; con las elipsis que le caracterizan, la utilización de la parte por el todo en esas atrayentes sinécdoques de su lenguaje con constantes planos de manos en actividad, con vida propia, inteligentes y habilidosas. Un uso del sonido envolvente, muy atractivo, que sugiere más por el oído que la propia imagen en sí, con esas pisadas en las que podemos apreciar la deformación de la piel del calzado al plegarse, la textura de lo que se pisa, los coches en fuera de campo, la voz en off del protagonista, las carreras de caballos… Seres poco expresivos (sus modelos, con capacidad de espontaneidad que no tendrían los profesionales, según Bresson) que se mueven en un relato real, con una historia sencilla, pero sublimada aun con su contención, frialdad y falta de espectáculo, que sería lo más habitual del género, debido a la maestría de su gramática reducida para buscar una depuración exquisita.

Martin LaSalle (1930-2018). Actor franco-uruguayo.
Marika Green (1943). Suecia.








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