JUDEX (1963), DE GEORGES FRANJU.

JUDEX (1963). Georges Franju.

Louis Feuillade comenzó trabajando en la Gaumont como ayudante de Alice Guy, pero con la marcha de esta a EEUU, pronto demostraría su valía en el período del cine mudo. Generador de seriales tan prolíficos y con tanto éxito como “Fantômas”, “Les vampires” o “Judex” se afianzó como unos de los puntales de esa etapa, asentando bases y temática para el posterior cine policial y criminal, que ya constituía una atracción en forma de novela por entregas entre el público.

Louis Feuillade.

Tal fue su repercusión, que constantemente y en este momento justo se le han hecho homenajes en posteriores series o películas que tratan de emular su ingenio y peculiaridad, aunque prefiero quedarme con los originales que, si más de cien años después siguen causando expectación, me imagino el impacto que tendrían en esa década desde 1913 al 16. Duvivier, Chabrol, Champreux, Franju o Assayas son directores que se han dejado seducir por sus series y le han dedicado su particular “hommage”.

Película de Maurice Champreux.

Su JUDEX (1916) fue una serie realizada en trece episodios con mucha intriga y tendría ya la primera versión en 1934 a cargo de Maurice Champreux, marido de Louise Feuillade, hija del gran director. Protagonizada por René Ferté como el justiciero Judex, actor que he podido seguir en el cine de Jean Epstein, con una elegancia innata, pero me ha sido imposible encontrar esta versión.
A continuación, Georges Franju –fundador con Henri Langlois en 1935 de la Cinémathèque française, lo cual desarrolló en él un pasión por el cine mudo, que trató de conservar para impedir su desaparición– rodó una película en 1963 que aglutinaba en poco más de hora y media los 13 capítulos de la original. 
Su labor de preservación le conduciría a enamorarse de los seriales de Feuillade y rendirle su particular homenaje como explica al final de su película. El ser especialista en cine de intriga y terror le definían como el perfecto artífice de esta arriesgada empresa, por la responsabilidad de despertar a un mito del cine francés décadas después. Su capacidad de síntesis es loable, aunque reflejar la totalidad de la serie era imposible, así que se obviaron algunas partes.


Y el resultado, para mí, aunque es difícil estar a la altura del genuino serial, me parece que sale muy bien parado. Está realizado con profundo cariño hacia Feuillade, con esencia al folletín de principios del s. XX, aderezado con personajes extraños, héroes, justicieros que tanto gustaban. Muy cuidado, con constantes guiños a la etapa silente en forma de transiciones con cierre o apertura en iris, con intertítulos explicativos, planos vistos desde una cerradura que emulan o me recuerdan a Ferdinand Zecca en “Par le trou de la serrure” (1901), la expresividad de los actores o el libro de Fantômas que lee el detective (Fantômas. Le cercueil vide).



Todo un ejercicio de soberanía fílmica la que exhibe Franju, con una fabulosa puesta en escena, una gran y sofisticada variedad de planos que describen perfectamente con solo la imagen, como debe ser en el buen cine, apoyada en una fotografía intachable y a la altura. Cada escena debería ser analizada a conciencia por la ubicación de la cámara y el tipo de plano elegido, porque este director hace gala de una gran maestría y de aportar su sello con tantas escenas nocturnas, por los tejados de las casas, unas localizaciones llamativas, interiores inquietantes en esos sótanos que recuerdan a “Les yeux sans visage” y un suspense que hace olvidar un guión ingenuo, pero muy de la época silente, sublimándolo con su estética y planteamiento dinámico de muchas escenas. Consigue una combinación perfecta de cine impecable, sostenido por planos secuencia dilatados, con escenas vibrantes, de acción, persecución y sorpresa que hacen mantener el pulso narrativo.



Edith Scob, actriz que trabajaría también en "Les yeux sans visage".

A destacar el atractivo y fascinante plano de presentación de Judex (el mago Channing Pollock, con mucha presencia y elegancia), vestido de forma intachable y disfrazado, con ese recorrido lento desde los pies hasta la cabeza, en que aún no sabemos quién es, escondido bajo una máscara de águila. Subrayada con destreza y estupor por la música de Maurice Jarre, la fiesta de disfraces con el truco de magia con las palomas se vuelve sublime, respaldada por las ocurrentes resonancias a la obra de Max Ernst, emulando sus grabados y pinturas de personas con cabeza de aves que le confieren un bizarro surrealismo. En la serie de 1916 esta escena es mucho más sencilla y vemos que Franju trata de impactar aportando sus ideas.

Presentación de Judex.

Grabado de Max Ernst.

También destacar la parte de la lucha entre las dos mujeres –una de ellas Diana/Marie, que emula a Musidora, pero ataviada con unas mallas estrechas negras como reconocimiento a Irma Vep, que en el original va vestida con bañador negro– por los tejados, muy propio del cine francés, con gran vistosidad cuando cuelga del tejado hacia el vacío o la escalada libre de los ayudantes para liberar a Judex que permanece atrapado y atado por Diana (una expresiva y genial Francine Bergé) y su novio. Un placer ver a mujeres líderes y activas, villanas, decididas, un pionero Feuillade en eso y del que recoge el testigo Franju añadiendo a otra valiente chica.

Diana (Francine Bergé).




Otra que quiero acentuar y que es de las que más me ha gustado ha sido la de la despedida del Castillo de Jacqueline (la misma protagonista de “Les yeux sans visage”, Edith Scob, con esos ojos tan expresivos y melancólicos), la hija del banquero ambicioso, cuando renuncia a su herencia. Un travelling lento y lánguido que pasa por todas las estancias, sin vida, apagadas, nos permite ver y sentir su sentimiento de decepción y desarraigo sin necesidad de un diálogo.



Y la última que quiero reflejar es la genial idea de disfrazar de monja a la villana Diana, como en la portada del libro de Fantômas, con ese genial contraste del bien y el mal, a través de esa religiosa con posturas poco decorosas, encendiéndose un cigarro, manejando un estilete o desnudándose en una secuencia magnífica e irreverente.



Escenas con juego constante de sombras, nocturnidad, misterio, técnicas de espionaje innovadoras que ya se veían en el original. Todo un deleite entretenido y de gran calidad. En definitiva, me ha parecido una obra maestra valiente, que podría haberse hundido en otras manos.




COMPARACIÓN DE ALGUNAS ESCENAS DE JUDEX DE FEUILLADE Y DE FRANJU:







Musidora en Judex.
La actriz y directora Musidora. Protagonista de "les Vampires", de Louis Feuillade.

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